El
lenguaje tranquilizador que siempre emplea la AIE sobre las
perspectivas de futuro en cuanto al suministro de energía resulta
rotundamente desmentido cuando uno entra en los detalles de los datos
por ella misma suministrados. En el informe de este año podemos
encontrar referencias nada veladas a los problemas de producción de
petróleo si no hay suficiente inversión, a un pico de carbón que podría
interpretarse como un pico de demanda (fundamentalmente debido a China)
pero que en realidad podría llegar a ser un pico productivo real, y al
reconocimiento ya sin ambages de que sin un cambio radical la producción
de uranio comenzará a decaer en la próxima década. La única materia
prima no renovable para la que las gráficas no muestran problemas es el
gas natural, y hasta ésta es bastante discutible.
Dadas las crecientes
dudas sobre la buena marcha de la economía mundial (que se irán
confirmando o desmintiendo en los próximos meses) no se puede descartar
que se produzca una peligrosa retroalimentación negativa entre la
producción de estas materias y los ciclos de inversión y desinversión en
su producción. La producción de petróleo, carbón y uranio (y en
realidad también la de gas natural) acumula tales tensiones que, dejada a
su libre devenir, llevaría aparejada la llegada de los picos de
producción de todas ellas, y por simpatía la de muchas otras materias no
energéticas. Es el temido Peak Everything, cuyo efecto social es la Gran Escasez.
Echando la vista atrás, mirando al qué hacemos como sociedad con este creciente cuerpo de evidencia sobre los límites del crecimiento, lo único que yo veo es que continuamos mirando cómo de bien seguimos las líneas de evolución y degradación más o menos previstas por los modelos; en suma, cómo nos acercamos al desastre final. Si había un momento para reaccionar, seguramente es ahora.
Echando la vista atrás, mirando al qué hacemos como sociedad con este creciente cuerpo de evidencia sobre los límites del crecimiento, lo único que yo veo es que continuamos mirando cómo de bien seguimos las líneas de evolución y degradación más o menos previstas por los modelos; en suma, cómo nos acercamos al desastre final. Si había un momento para reaccionar, seguramente es ahora.