Portugal permite a los
autoconsumidores realizar instalaciones de hasta 1 MW sin imponerles
ningún tipo de peaje de respaldo o “impuesto al sol”. Además, la energía
excedentaria se introduce en la red recibiendo como pago el 90 % del
precio pool.
Regulación pensada más como un elemento de competitividad
para su industria y de reducción de costes para el sector servicios que
para desarrollarse en los hogares domésticos pero, en todo caso, un
importante primer paso en la buena dirección. Por cierto, un país que a
pesar de atravesar una situación económica muy delicada, no ha roto su
imagen de país respetuoso con la seguridad jurídica de los inversores,
aplicando medidas retroactivas a las energías renovables, como sí ha
sucedido en España.
El ejemplo de Portugal es la muestra
de una realidad que se va consolidando cada vez más en el mundo. En
Europa son ya ocho los países que han adoptado regulaciones que permiten
el desarrollo del autoconsumo y Francia la está preparando. Por otra
parte, la Comisión Europea ha anunciado la elaboración de una “Guía de
mejores prácticas de regulación sobre el autoconsumo”, para intentar
armonizar las diferentes regulaciones e intentar evitar la imposición de
barreras.
Fuera del continente europeo, el
autoconsumo energético está teniendo una importante expansión desde
Japón a Iberoamérica. En EE.UU., donde es apoyado incluso por la Iglesia
Evangélica y el Tea Party, el Presidente Obama ha declarado orgulloso
que “cada cuatro minutos, un hogar o negocio en EE.UU. se vuelve solar y
eso es salud y empleo.”
Mientras esto sucede en el resto del mundo, los responsables energéticos de nuestro país quieren mantenernos al margen.