La costa mediterránea española es idónea para este menester dadas sus necesidades hídricas y la alta productividad de su huerta. Con tan sólo 4 TWh se desalarían los 1.000 hectómetros cúbicos (Hm3) de agua previstos inicialmente en el trasvase Tajo-Segura. Con alta cuota solar en el mix, la estacionalidad generaría excedentes con los que desalar miles de Hm3.
Aparece así una nueva situación en la que se podría invertir el trasvase Tajo-Segura e, incluso, realizar inyecciones en las cabeceras de otros ríos. Un ejemplo podría ser desde desaladoras en Almería al Guadalquivir, vía el embalse de Cuevas de Almanzora para ir al de Negratín o al Tranco de Beas. Sería el inicio de una antropización de la función hídrica de la azarosa lluvia.
La prevista reducción de costes de la fotovoltaica hace pensar en ello, ya que la alternativa de incrementar la eólica flotante y/o almacenamientos es muy cara.
En Australia no saben dónde meter los cuantiosos vertidos solares. En España tenemos serios problemas de desertización y de erosión que el cambio climático amenaza con agravarlos. Podemos recuperar desiertos aprovechando la sombra de los paneles o/y usar la superficie mal aprovechada del olivar tradicional para cultivar manto vegetal entre olivos evitando erosión y ganando superficie fotovoltaica.
Desalar grandes volúmenes de agua con excedentes fotovoltaicos es una gran oportunidad. Tal obra requeriría una gran apuesta de ingeniería y debería complementarse con apoyo a la I+D fotovoltaica y a sus fabricantes. Hablo de un auténtico proyecto de país donde la iniciativa corresponde al Estado y el desarrollo a alianzas público-privadas.
Este es un tema nuestro, donde nos jugamos el porvenir de las siguientes generaciones. Iniciándolo ya estaría perfilado en 2030; luego no bastará con mover semáforos de sitio.