4 dic 2022

Tesla Model 3 vs Toyota Mirai


Un sistema de propulsión de hidrógeno no es muy eficiente en comparación con un sistema de propulsión de batería. 

En la imagen podemos ver una comparativa de la autonomía del Tesla Model 3 y el Toyota Mirai cuando el consumo es de 100 kWh de electricidad verde. 

Por otro lado, habiendo comprometido $1.2 billones hasta el 2030 hasta ahora para descarbonizar el planeta, los fabricantes de automóviles eléctricos desconfían comprensiblemente no solo de la rápida reconfiguración de la industria automotriz, sino también de los cambios concurrentes requeridos en las industrias de energía, telecomunicaciones, minería, reciclaje y transporte que deben tener éxito para que sus inversiones valgan la pena.

La transición EV es parte de un proyecto de ingeniería de sistemas ciberfísicos sin precedentes en todo el planeta con beneficios potenciales masivos, así como costos. Teniendo en cuenta la gran magnitud, la interconexión y las incertidumbres que presentan los cambios tecnológicos, políticos y sociales concurrentes necesarios, la transición a los vehículos eléctricos sin duda será complicada.

Hace ya tiempo que se avecina la tragedia: es materialmente imposible sustituir los vehículos de combustión por los de baterías. Es hora de asumir que el coche eléctrico está destinado al fracaso. ¿Por qué? Debido la escasez de materiales que se utilizan para su fabricación, principalmente el litio y el cobalto, entre otros metales, que se están convirtiendo en un nuevo oro del siglo XXI. Su presencia en la Tierra es limitada y no hay para todos.

¿Qué hacemos entonces? Sobre todo, toca actuar y no quedarnos de brazos cruzados. Tenemos en nuestro horizonte grandes retos medioambientales a los que hacer frente, y con los recursos que contamos y con lo que sabemos ahora mismo, el hidrógeno se perfila como mejor opción para lograr la descarbonización del sector automovilístico. Desgraciadamente, hay algunas trabas para el desarrollo de este combustible.

El caso de Noruega demuestra cómo una política fiscal agresiva para fomentar la compra de EVs puede conseguir grandes resultados. Tanto que provoquen unas inesperadas consecuencias para el balance anual del Estado.