En noviembre de 2007, el equipo de investigadores de la Universidad de Standford comenzó a
colaborar con grupos locales de mujeres agricultoras de dos pueblos de
Benin. Cada mujer disponía de 120 m2 de superficie de cultivo para sí
misma. Varias hectáreas se destinaron al cultivo conjunto para financiar
un fondo común para los pueblos.
Los investigadores escogieron otros dos pueblos donde no se utiliza
el riego por bombeo como grupo de control; estas mujeres seguían regando
a mano según los métodos tradicionales. Un año más tarde, se analizó la
realidad de los pueblos, y los resultados fueron llamativos. Los
pueblos que utilizaron riego por bombeo solar produjeron de media casi
dos toneladas de productos agrícolas mensualmente, entre ellos tomates,
pimientos, zanahorias y otras hortalizas. Las mujeres que utilizaron el
bombeo solar se conviertieron en potentes productores de alimentos, y
consiguieron un sueldo extra gracias a la venta de sus productos.
Además, lógicamente, su salud mejoró gracias al aporte regular de
vitaminas durante todo el año, y no sólo durante la estación húmeda.
Estas mujeres ganaron de media un 18% de peso durante el año en que
utilizaron el bombeo solar.
Según los autores del estudio, "las hortalizas penetraron rápidamente en los mercados locales".
En resumen, la introducción del bombeo solar donde antes no lo había,
mejoró significativamente las condiciones de vida del poblado donde se
instalaron, y esto de forma sostenible, dado que la fotovoltaica no
emite emisiones. De esta forma, la expansión de los sistemas de bombeo
solar puede ser una estrategia para aliviar la pobreza de estos países.