Es un taller de lo más sencillo.
Sentada en la única mesa donde están dispuestos sus instrumentos,
Balkissa Lompo prepara las conexiones de un panel fotovoltaico. Después
de haber soldado, atornillado y fijado, se dirige hacia la casa de un
vecino, uno de los nuevos beneficiarios de la energía solar en el
pueblo, e instala el dispositivo.
Estamos en Nagre, en el este de
Burkina Faso, uno de los diez países más pobres del mundo. Y Balkissa
Lompo no es un técnico en paneles solares igual a los demás. Hace cinco
años, apenas conocía otra cosa que su aldea. Sin embargo, formó parte de
un grupo de seis mujeres de su país seleccionadas para asistir a un
formación en la India junto con mujeres del mundo entero. Todas
analfabetas, como ella.