La actividad nuclear deja unos residuos peligrosos y caros de gestionar y que, en las próximas décadas, prometen ser un quebradero de cabeza para el Estado. Sólo en 2016, las centrales generaron más de 40.000 metros cúbicos de residuos, el equivalente a tres campos y medio de fútbol de 1,3 metros de profundidad. A la basura nuclear que generan las centrales hay que sumar los residuos por desmantelamiento y los procedentes de otros usos (como el de la industria o el de los hospitales), con lo que la cifra asciende a más de 60.000 metros cúbicos, cinco campos de fútbol, de los que hay que hacerse cargo.
El coste de esta gestión crece año a año. Entre 2010 y 2016, la gestión de los residuos radiactivos y el combustible gastado costó casi 1.330 millones de euros, según el informe Energía 2017 que elabora el Foro de la Industria Nuclear con datos de Enresa, la empresa pública que se encarga de esa gestión. Este año se prevé un gasto de otros 298,2 millones y en los próximos cuatro años el monto ascenderá a 1.525 millones, según lo presupuestado.
¿Hay dinero suficiente para pagar esta gestión? Esa es la gran pregunta. Enresa, que se encarga de todo el proceso, es quien canaliza los distintos impuestos que se pagan las empresas que producen los residuos y que van al Fondo para la financiación del plan de residuos. En el último ejercicio, la empresa pública añadió al fondo 400,6 millones, con lo que se llegó a los 5.017 millones.