La edición 2025 del Energy Transition Outlook (ETO) de DNV ofrece un diagnóstico inequívoco: la transición energética global continúa su marcha, pero demasiado lentamente para evitar un calentamiento superior a los 2 °C.
Según el informe, la combinación energética mundial pasará del actual 80 % fósil y 20 % no fósil a un 50/50 en 2050, y a solo un 36 % fósil en 2060. Es un cambio estructural sin precedentes, pero todavía insuficiente para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
Renovables imparables, pero frenadas por las redes
La expansión de solar y eólica, junto con el despliegue de baterías más baratas, impulsa una electrificación sin precedentes. DNV prevé que estas tecnologías generen más del 50 % de la electricidad mundial hacia 2040.
Sin embargo, la falta de infraestructura limita su avance. En Europa, por ejemplo, el informe estima que el desarrollo de redes eléctricas rezagadas reduce el potencial solar en un 16 % y el eólico en un 8 %.
Nuevos protagonistas: IA, hidrógeno y nuclear
El estudio dedica atención al auge de los centros de datos y la inteligencia artificial, cuya demanda eléctrica crecerá con fuerza, aunque solo alcanzará el 3 % de la electricidad global en 2040.
El hidrógeno y sus derivados cubrirán cerca del 6 % de la demanda energética en 2060, mientras que la energía nuclear aumentará un 150 % respecto a los niveles actuales, impulsada por la búsqueda de seguridad energética.
Una transición desigual
La geopolítica marca el ritmo. Estados Unidos retrocede tras revertir políticas climáticas, retrasando su descarbonización unos cinco años. China, en cambio, lidera la expansión renovable y exporta masivamente tecnología limpia. Europa mantiene su compromiso, pero lucha por equilibrar competitividad e inversión verde.
Una llamada de atención
El pronóstico de DNV es contundente: las emisiones globales no se reducirán ni a la mitad para 2050 y el mundo solo alcanzará cero emisiones netas después de 2090, lo que implicará un calentamiento medio de 2,2 °C.
La conclusión del informe resume el dilema:
“La transición energética es imparable, pero demasiado lenta para evitar los peores impactos del cambio climático.”
Para el sector energético, el mensaje es claro: la acción debe acelerarse ahora —en redes, almacenamiento, captura de carbono y eficiencia— si se quiere transformar una tendencia inevitable en una oportunidad sostenible.