La caída de costes, el almacenamiento y la
seguridad jurídica están detrás del boom del autoconsumo en EEUU y
Alemania. Hay 11 mercados en el mundo en los que la fotovoltaica crece a
más de 1 GW anual. España ni está ni se la espera. La eliminación de la
inversión fotovoltaica ha llegado al ridículo de ver cómo países de
nuestro entorno con menos sol (Reino Unido, Bélgica, Holanda o Francia)
tienen mayor atractivo para la energía solar.
La razón de este ridículo es que la
generación convencional no puede competir con la fotovoltaica porque
hunde los precios del mercado mayorista, reduce la demanda punta, abre
la competencia a miles de pequeños productores y se puede instalar en
cualquier sitio. El margen de reducción de sus costes la hace imbatible
también por razones económicas.
Hay otra razón. La fotovoltaica es imprescindible para reducir las emisiones de CO2.
El problema es que el modelo de generación
centralizada de las eléctricas convencionales es incompatible con el
modelo descentralizado de la fotovoltaica. Mientras el primero sólo persigue
garantizarse los ingresos a través de facturar al consumidor, el modelo
descentralizado se basa en reducir los costes energéticos con la
participación de los consumidores.