La energía fotovoltaica está creciendo en el
mundo a un ritmo medio del 40% desde 1990, que se incrementará hasta el
66% en 2020. A medida que la demanda y el mercado fotovoltaico mundial
se estabilizan, en las principales economías del mundo la fotovoltaica
constituye uno de los rasgos que identifica a los sistemas productivos
más innovadores y competitivos.
Las causas de este crecimiento han sido el
amplio margen de reducción de costes unido a la necesidad de disminuir
la dependencia de los combustibles fósiles y las emisiones de CO2, la
seguridad jurídica, el apoyo a la industria nacional, el autoconsumo en
edificios y las facilidades de financiación. La realidad es que la
tecnología fotovoltaica ha madurado en cinco años a una velocidad
imbatible por ninguna otra fuente, hasta convertirse en la energía con
más potencial para satisfacer las necesidades energéticas de la
humanidad a largo plazo y para eliminar el CO2.
El progreso de la fotovoltaica en el mundo solo es comparable al temor que suscita en el sector eléctrico tradicional, incapaz de competir sin el paraguas permanente del intervencionismo.
El progreso de la fotovoltaica en el mundo solo es comparable al temor que suscita en el sector eléctrico tradicional, incapaz de competir sin el paraguas permanente del intervencionismo.