La demanda global de energía aumentó el pasado año un 2,2%, lo que significa una aceleración notable si se compara con la subida media anual del 1,3% en el decenio anterior, y el principal vector fue el tirón de la electricidad para vehículos eléctricos, centros de datos pero también para el aire acondicionado.
En su informe anual sobre el mercado publicado, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) destaca que la demanda eléctrica dio un salto del 4,3%, es decir a un ritmo mucho mayor que el del conjunto de la energía, pero también que el del crecimiento económico (3,2%).
Eso responde a unas tendencias estructurales, como el uso cada vez más generalizado del aire acondicionado, la electrificación de muchas industrias, así como el creciente peso de la economía digital y de la inteligencia artificial, con su corolario de centros de datos, grandes consumidores de corriente.
Los combustibles fósiles crecieron más que las renovables
Los combustibles fósiles continuaron cubriendo más de la mitad de la nueva demanda energética (un 28% con gas natural, un 15% con carbón, un 11% con petróleo), y eso pese a que las renovables aumentaron su peso específico, con un 38% del total (el 8% restante correspondió a la nuclear).
Entre los combustibles fósiles, el que tuvo una mayor dinámica fue el gas, con un alza del 2,7 % que se concentró en algunas de las economías más dinámicas de Asia como China (+7%) e India (+10%).
La demanda de petróleo subió un 0,8%, una cadencia mucho más moderada que en 2023 (1,9%) que responde al fin del rebote poscovid pero también a la creciente electrificación del transporte, con los vehículos eléctricos.
Las renovables progresaron cerca del 6%, de la mano en particular de la solar fotovoltaica y de la eólica (la hidráulica creció un 4,4%), mientras la nuclear repuntó de forma significativa, un 4,4%.
El consumo de energía también progresó casi un 1% en 2024 en el mundo desarrollado como conjunto, después del retroceso del 2% el ejercicio precedente.
A esa inflexión contribuyó en especial la Unión Europea, donde la demanda energética creció en 2024 por primera vez desde 2017 (si se excluye el efecto rebote de 2021 tras la covid), en concreto un 0,5%.
En esa recuperación influyeron en especial unos precios notablemente más bajos que en los dos años anteriores, cuando se habían disparado sobre todo por efecto de la invasión rusa de Ucrania.
Ese incremento en la UE se explica íntegramente por la expansión de las energías renovables y también por una mayor contribución de la producción nuclear, en particular la francesa, después de varios ejercicios con incidencias y averías en sus centrales.
En Estados Unidos la expansión de la demanda fue del 1,7%, mientras que en Japón continuó la tendencia de largo plazo al descenso (-1,2%).