Sí, muchos se rieron abiertamente, cuando vieron, apenas hace diez años, el término cien por cien ligado al concepto renovables. “Pobres ingenuos” era la expresión más suave que se empleaba para descalificar estos concienzudos y rigurosos estudios. Eran los mismos que en el año 1999, cuando se aprobó el Plan de Fomento de las Renovables 2000-2010, consideraban irrealizable el objetivo inicial de 8.974 MW de potencia eólica al término de ese periodo.
“Utópico, un sueño, el sistema no lo podría aguantar, irrealizable…” decían, escribían y profetizaban, ignorantes de que en 2010 superaríamos la barrera de los 20.000 MW eólicos instalados… y el sistema funcionando perfectamente para desmentir a los agoreros que anunciaban que la red nunca soportaría más de 3.000 MW eólicos simultáneos.
Lo mismo podríamos decir de los iluminados que afirmaban hasta antes de ayer que “la fotovoltaica nunca será competitiva”. Hoy el espectacular descenso de los costes de esta tecnología –de la que se beneficia todo el mundo menos nuestro país– ha llevado recientemente a dos gigantes como China e India a renunciar a la instalación de centrales de carbón de miles de MW de potencia para sustituirlas por la energía que nos envía cada día el sol y que los paneles transforman en electricidad, sin complicarle la vida a nadie.
Con estas líneas solo quería rendir homenaje a los que desde el estudio, desde el análisis, desde la libertad de no tener que defender los intereses de nadie, han ido marcando el camino pese al desprecio de unos y la falta de solidaridad de otros que, compartiendo su visión, no se atrevieron a apostar tan decidida y honestamente como lo ha venido haciendo durante todos estos años Greenpeace por un futuro sostenible, futuro al que a lo peor llegamos demasiado tarde.