Según un estudio elaborado por Toshiba Calefacción & Aire Acondicionado, la utilización de sistemas de calefacción basados en tecnología de aerotermia o bomba de calor podría reducir los actuales niveles de contaminación de Madrid en más de un 50% o, lo que es lo mismo, eliminaría de la atmósfera el CO2 equivalente al que producen más del triple de los vehículos convencionales que actualmente circulan por la capital.
Por el contrario, las calderas de combustión actualmente instaladas en la capital que utilizan combustibles fósiles, como el gas natural y el gasoil principalmente, son responsables del 56% de la contaminación por CO2 que sufre Madrid y que han llevado al Ayuntamiento de la capital, durante los últimos meses, a activar en diferentes fases su Protocolo de Alta Contaminación. Asimismo, los citados sistemas de calefacción son responsables del 54% de las emisiones de NO2 y NOx, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA).
El estudio de Toshiba señala que la sustitución de estos equipos por sistemas de calefacción por aerotermia, basados en la bomba de calor, supondría un importante respaldo a los planes de descarbonización que propugna la Unión Europea en sus políticas energéticas y medioambientales, el Acuerdo de París sobre cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la ONU como guía para el desarrollo mundial en el siglo XXI.
La Directiva 2009/28/CE de la UE de 2009 identifica la aerotermia como una energía renovable para la producción de agua caliente sanitaria (ACS), calefacción y refrigeración capaz de cumplir con los Objetivos 20/20/20 que la Unión Europea ha fijado para 2020 frente al cambio climático: promover las energías renovables hasta el 20%, ahorrar el 20% del consumo de energía mediante una mayor eficiencia energética y reducir las emisiones de CO2 en la misma proporción.
Por otro lado, un estudio comparativo realizado por Toshiba concluye que, además de ser una energía limpia y renovable, la aerotermia permite calentar los hogares con un coste, como mínimo, al menos un 25% más barato que el gas natural y un 50% inferior si se compara con los costes de calentar las viviendas con calderas de gasóleo.