Una reunión de trabajo más. Y, de repente, otro científico alarmado por sus datos, sus variables, que son indicios de que algo ha cambiado para siempre en el planeta, y que te alerta de nuevos peligros que no habías considerado. Y un tema que se repite: algo se rompió en 2016.
El último El Niño fue el de 2015-16. Normalmente, El Niño es un solitón. Es decir, una onda solitaria. Como la percursión en la membrana de un tambor: gran golpe inicial que se propaga a lo largo de un año por todo el planeta y que tal como vino desaparece. Pero en el 15-16 no.
En el 2015-16, El Niño fue un escalón. Perturbó el sistema climático, pero nunca se disipó. Ya no volvimos al estado anterior. Pasamos a un nuevo estado. Subimos un peldaño en lo que sea esta escalera que estamos subiendo hacia un clima diferente, hacia un planeta diferente.
Y ahora estamos empezando un nuevo El Niño. Y yo me pregunto si cuando éste acabe será capaz de retornar a la posición de equilibrio de antes del 15-16. O si como mínimo volveremos al estado actual. O, el peor escenario, si nos hará subir otro escalón que ya no bajaremos.
Tenemos mucho trabajo para los próximos meses, muchos resultados que poner en orden, entender, redactar y publicar. Haremos todo ese trabajo, pero, piensas, ¿para qué? Aunque lo intentaremos divulgar, ¿alguien nos hará caso? ¿Servirá para cambiar en algo este rumbo ecocida?
Dice el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, que "hemos abierto las puertas del infierno". El poder económico da por sentado que exagera, que se extralimita en su alarmismo. Yo tengo miedo de que se esté quedando corto. Si a él no le hacen caso, ¿a nosotros?
¿Tiene sentido que empleemos tanto esfuerzo y tanto empeño en documentar con detalle y distanciamiento académico el desastre que nos tocará, a nosotros y a nuestros hijos, vivir en primera persona? ¿O habrá que hacer algo diferente? @esXrebellion @EsRebelCientif @FuturoVegetal (+)