Centrales solares flotantes, perforaciones de varios kilómetros para llegar al calentísimo magma, enormes parques eólicos en el mar….Mientras en España se sigue desperdiciando el sol como fuente de electricidad, a pesar de ser el recurso natural más abundante, en otros lugares se fijan objetivos cada vez más ambiciosos para las energías renovables en general y la fotovoltaica en particular.
Los expertos creen que ya no hay marcha atrás y que las fuentes de energía que no son combustibles fósiles han tomado un impulso imparable, en parte por los acuerdos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero ligadas al cambio climático.
En 2016 se produjo un aumento récord de un 9% en la generación de electricidad por energías renovables en general y de un 30% por la fotovoltaica en particular, resumía recientemente el Financial Times. La capacidad de las nuevas instalaciones renovables supuso más de la mitad de la de todas las incorporadas al mercado ese año. Ya se habla de una nueva revolución industrial.
Los líderes actuales en este impulso son China e India.
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Todos estos proyectos y realidades son solo la punta del iceberg de la nueva fase de desarrollo de las energías renovables y pueden plantear reparos medioambientales, que habrá que comparar en cada caso con el gran problema mundial que supone el uso de los combustibles fósiles.
Estos están todavía en el origen del 86% de la energía consumida en el mundo y eso va a cambiar solo lentamente en las próximas décadas, pero el gran aumento relativo de las renovables a partir desde casi cero, sobre todo por el descenso de su precio, ya está produciendo terremotos en las empresas energéticas y de servicios públicos. En los próximos años muchas cosas más van a cambiar y no solo por el miedo al cambio climático.