Daniel Pérez. Abogado especializado en el sector eléctrico |
El ejemplo empleado para ilustrar el argumento, que utilizó el lobby nuclear, de que el autoconsumo es cosa de ricos, insolidarios y egoístas es el siguiente: cuatro compañeros de piso llegan a un acuerdo con Aurelio, el dueño del bar cercano, para pagar una cuota conjunta que les da derecho a comida y cena por un precio fijo. Unos meses después, uno de ellos decide dejar de cambiar la comida del restaurante de Aurelio por los tuppers de su madre (cabría añadir, o padre), lo que hace que los otros tres amigos tengan que pagar una parte más alta de la cuota fija (y, suponemos, que Aurelio se frotará las manos por el gol que les acaba de colar a los amigos, pues obtiene los mismos ingresos sirviendo tres menús en vez de cuatro, incrementando así sustancialmente sus beneficios).
No obstante, esta historia no ilustra con exactitud el caso del mercado eléctrico. Para empezar, los autoconsumidores eléctricos, a diferencia del compañero que opta por los tuppers de su madre, sí que continúan pagando una contribución al restaurante. De hecho, en una factura eléctrica media, los costes fijos representan en torno al 50% del total de los costes, y se continuarán pagando a pesar de que no se pise el restaurante. Pero es que, además, del 50% variable, se continuará pagando la parte correspondiente al consumo de la red(ej: como si el amigo fuera a desayunar al restaurante de Aurelio y pagara por lo consumido).
Pero es que aún hay más...
Resulta que gracias al autoconsumidor, que come los tuppers de su madre, se reducen los desperdicios de comida (pérdidas del sistema) y los restaurantes pagarán por tanto un menor precio por la materia prima, pudiendo así reducir también el coste de su menú. Asimismo, al tratarse de energía de proximidad (o comida km.0), se reducen los costes logísticos globales del sector (menor necesidad de reforzar infraestructuras de transporte), beneficiando a todos los consumidores, independientemente de si comen de tupper (autoconsumo) o de restaurante (red eléctrica).
Resulta que gracias al autoconsumidor, que come los tuppers de su madre, se reducen los desperdicios de comida (pérdidas del sistema) y los restaurantes pagarán por tanto un menor precio por la materia prima, pudiendo así reducir también el coste de su menú. Asimismo, al tratarse de energía de proximidad (o comida km.0), se reducen los costes logísticos globales del sector (menor necesidad de reforzar infraestructuras de transporte), beneficiando a todos los consumidores, independientemente de si comen de tupper (autoconsumo) o de restaurante (red eléctrica).
Por otra parte, el nuevo Real Decreto facilita el autoconsumo colectivo y de proximidad (compartir tupper), de forma que aquellos que tienen tejado propio (a su madre cerca) pueden compartir energía con aquellos que no lo tienen (a su madre lejos) de forma que todos puedan beneficiarse de esa comida.
Además, al reducirse las trabas burocráticas absurdas al autoconsumo y la necesidad de múltiples contadores reiterativos, el Real Decreto reduce las dificultades del autoconsumo (o del tupper), con lo que las instalaciones reducirán un 15-20% su coste, y más gente podrá acceder a ellas.
Pero, sobre todo, lo más importante es que estamos hablando de menús diferentes. Mientras que Aurelio ofrece un menú alto en calorías y poco saludable (mix energético contaminante), el menú de tupper está cocinado por una madre y es sano y equilibrado (renovable), con lo que todos los ciudadanos pagarán menos impuestos para financiar el sistema público de salud, al tener una población más sana. Finalmente, hacer dieta (eficiencia energética) resulta una opción legítima y no cabría tildar de insolidaria a la persona que por ese motivo gaste menos dinero en el restaurante de Aurelio, como tampoco sería lógico criticar al que come en la cantina de la empresa, porque le ofrece menú gratis, en lugar de hacerlo en el restaurante de Aurelio (descuento de 200 MM EUR a la industria electrointensiva).
Y el colmo de todo el asunto, es que en realidad el amigo que critica al que come de tupper de su madre, resulta ser amante de la comida basura (energía fósil), la cual se cocina él mismo en su casa, reduciendo su consumo del restaurante de Aurelio. Nos referimos al hecho de que las plantas de energía contaminante autoconsumen energía para los consumos requeridos para funcionar, que están exentas de todo tipo de cargo y supondrían, según UNEF, unos 230 MM EUR de ingresos.
Finalmente, hay que recordar que la preservación del negocio de Aurelio (beneficios de las empresas incumbentes), per se, no constituye un elemento fundamental a la hora de tomar decisiones sobre políticas públicas. Cada día cierran y abren bares en España. El reto estriba en que la gente no pase hambre, y el papel del Estado debe ser garantizar una alimentación básica (bono social) para todas las personas, independientemente de quién les proporcione esa comida.
En definitiva, si bien haciendo mucho zoom podría parecer que el amigo de los tuppers es insolidario, al abrir un poco más la perspectiva de la historia, vemos como el problema lo tiene en verdad el desdichado Aurelio: con su modelo de negocio obsoleto cobra lo mismo a sus clientes independientemente de los menús que les sirva y ofrece comida poco saludable. La solución pasa por adaptarse a los nuevos modelos de negocio, que además generan una población más sana y un menor derroche de comida. Su verdadero problema no es el cambio, sino el miedo a perder en el cambio.
Daniel Pérez es abogado especializado en el sector eléctrico.