Acelerar la eliminación de los coches de gasolina para reemplazarlos por eléctricos por decreto político es un gran error, tanto económico como medioambiental. Eso es lo que dice el consejero delegado de BMW Oliver Zipse. Y aunque obviamente Zipse tiene sus propios intereses, tiene toda la razón. Dejando de lado ideologías y fanatismos, hay razones objetivas de sobra para parar esta histeria hacia el coche eléctrico cuanto antes y realizar una transición ordenada, basada en la ciencia y la economía de las clases medias.
Con los datos en la mano, Zipse tiene razón: podemos estar desvistiendo a un santo para vestir a otro, como en su momento pasó con la histeria de las centrales nucleares que acabó con una producción de CO2 disparada por las centrales térmicas que ha sido en gran medida responsable de la aceleración global del cambio climático (nota aparte: el gas natural de Putin produce unos 442 gramos de dióxido de carbono por cada kilovatio-hora, el carbón de antracita produce 864 gramos y la nuclear 117 gramos).
Como en aquel caso — que en retrospectiva parece ahora tan claro aunque no es ni mucho menos el santo grial de la energía — algunos críticos apuntan que, en estos momentos, el coche eléctrico de baterías no tiene beneficio real sobre los coches de gasolina de última generación. Hay varios motivos, empezando el coste de construcción y de propiedad durante toda la vida de un coche eléctrico.
Según la compañía sueca Volvo, construir un coche eléctrico contamina un 70% más que el mismo modelo de gasolina, una diferencia gigantesca que se recupera durante la vida útil del primero, aunque esto dependa del origen de la electricidad. Esto último es clave porque la mayoría de la electricidad todavía no es de origen renovable, por lo que la teórica ventaja verde del eléctrico durante toda la vida del vehículo se elimina en gran medida por el origen de la energía.
Como ya he dicho otras veces, la solución para la emergencia climática a corto y medio plazo estaría en el uso de coches híbridos, con motores de combustión muy eficientes y baterías más pequeñas — con mucho menos impacto medioambiental y económico que los grandes monstruos de Tesla y otros fabricantes. Ideales para conducir en ciudad y eficientes para distancias largas.
Parece la única medida razonable para cortar la producción de CO2 de forma drástica, sin llevarte a la economía y al planeta por delante. Por lo menos hasta que consigamos que el origen de nuestra electricidad sea totalmente verde y las baterías muchísimo más densas, eficientes y duraderas que las actuales. (+)