Durante años, la conversación sobre el futuro de las eléctricas españolas se ha reducido al miedo a dos palabras: “fotovoltaica china”. Paneles suficientemente baratos y razonablemente eficientes.
Pero el arma definitiva no está llegando en contenedores desde Shanghai, sino cada vez con más frecuencia en la furgoneta de un instalador del barrio: paquetes de baterías de litio que permiten reducir la dependencia de la red eléctrica convencional. Cortar el cable. O, al menos, aflojarlo.
El abaratamiento que cambia las reglas
Pasado, presente y futuro del precio del almacenamiento:
2015: almacenar un kilovatio-hora costaba más de 1.100 dólares/kWh.
2024: según BloombergNEF, el precio medio del pack quedó en 115 dólares/kWh (unos 105 euros/kWh), tras una caída del 20% en el último año.
2026-2027: para entonces, la misma consultora estima que se romperá el listón psicológico de los 100 dólares/kWh.
Con estos precios de unos 105 euros/kWh de capacidad instalada, y considerando una vida útil de aproximadamente 4.000-6.000 ciclos para las baterías actuales de litio-ferrofosfato, el coste nivelado de almacenar y usar posteriormente cada kWh de energía doméstica ha caído por debajo de los 0,10 euros/kWh. Esto lo convierte en una opción más económica que consumir electricidad de la red incluso durante el término valle de la tarifa PVPC, que ahora oscila entre 0,11 y 0,13 euros/kWh aproximadamente."
Eso convierte a la batería en el complemento natural de cualquier tejado con paneles y en un enemigo directo de la demanda gestionada por las distribuidoras.
Batería y panel: el combo que despega
Según datos de Otovo:
En 2021, solo el 2% de instalaciones residenciales incluían batería.
En 2024 esa cifra llegó al 71%.
Y no son solo chalets costeros, los kits híbridos llegan a unifamiliares periféricos y hasta comunidades de vecinos pioneras.
Con subvenciones y tarifa 2.0TD, la amortización baja a entre 6 y 8 años, y la autosuficiencia energética roza el 80% en condiciones óptimas.
La red eléctrica como tubería de electrones empieza a tambalearse. Y no solo por la caída de la demanda gestionada, sino porque el flujo se invierte. En los momentos de sol y baja demanda, miles de hogares están empezando a devolver energía a la red o, simplemente, a no necesitarla.
Pese al miedo de estos años a la amenaza que llegaba en barco –placas chinas–, la amenaza real es la que llega en furgoneta. En paquetes de litio, fosfato y hierro que permiten a cada hogar guardar su propia energía.
En ese contexto, el negocio de redes está abocado a una transformación: de facturar kilovatios a ofrecer garantías de continuidad energética. Y ahí está la clave: quien antes se adapte al nuevo modelo no solo resistirá mejor. También podrá liderarlo.