Lo que llama la atención, es que en estos países con climas tan extremos y dónde reina el frío, también reinan las bombas de calor. En Noruega, por ejemplo, un país en el que se prohibieron las calderas de petróleo en 2020 y también el gas.
Un país en el que el petróleo abunda y en el que sin embargo hay más vehículos eléctricos per capita (al menos hasta ahora) que en el resto de países de Europa para aprovechar sus enormes recursos en energía hidroeléctrica.
Este tipo de dispositivos ha ido perfeccionándose con el tiempo. Nada tienen que ver las más modernas con los modelos primitivos, ya que ahora cuentan con sistemas de descongelación o compresores de velocidad variable que les permiten funcionar de manera más eficiente en un rango más amplio de temperaturas.
Es algo que ya explican los expertos. Según un estudio del grupo Regulatory Assistance Project (RAP), el empleo de una bomba de calor puede marcar la diferencia frente a otras tecnologías y sistemas empleados, tanto así que pueden ser hasta dos veces más eficientes que la calefacción eléctrica incluso con temperaturas externas que rodean los 30º grados bajo cero.
Lo cierto es que las bombas de calor han evolucionado tanto que incluso la Agencia Internacional de Energía (AIE) las considera fundamentales para combatir el cambio climático, tanto como los vehículos eléctricos y de esta forma reemplazar al uso del gas, el carbón o el petróleo.
El empleo de bombas de calor ha tenido que combatir a sectores económicos muy potentes. Según Caroline Haglund Stignor, investigadora del RISE Research Institutes de Suecia, países productores de combustibles fósiles (por ejemplo Rusia y el petróleo) y "algunas empresas, no quieren ver esta transición".