“Yes, the planet got destroyed. But for a beautiful moment in time we created a lot of value for shareholders” |
El mejor momento para actuar frente al cambio climático con el objetivo de eludir los peores escenarios fue hace 30 años. Entonces ya sabíamos lo que estaba pasando. Sabíamos que nosotros éramos los causantes del calentamiento global que estaba experimentando el planeta y que la cosa iría a peor si no actuábamos de manera concluyente. Pero no actuamos. Y ha ido a peor.
Aquel año, y bajo el auspicio de la ONU y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático: el famoso IPCC por sus siglas en inglés. Desde entonces este panel internacional de científicos al que pertenecen 195 países, elabora una serie de informes que son algo así como el “minuto y resultado” del cambio climático: cómo estamos, hacia dónde vamos y qué deberíamos hacer para adaptarnos y evitar lo peor.
Sus miembros, miles de investigadores de todo el mundo, están generando el conocimiento físico del calentamiento global: establecen la base científica, constatan sus efectos medioambientales y socioeconómicos y advierten a los gobiernos de los riesgos a los que nos enfrentamos.
Pero sus decisiones no son vinculantes para los políticos, quienes además participan de manera activa en el redactado final de los informes imponiendo sus matices y rebajando el tono para salvaguardar sus propios intereses. Es como si el ladrón participase en el redactado final de su sentencia.
Ahora sabemos, porque ya lo estamos viviendo (fenómenos meteorológicos extremos, aumento del nivel del mar, megaincendios, deshielo polar), que el cambio climático iba en serio cuando nos lo dijeron, hace más de 30 años. Si hubiéramos empezado a actuar entonces no estaríamos donde estamos, ni estaríamos caminando hacia el abismo.
En lugar de eso decidimos acumular más ciencia, más conocimiento, más certezas. El cambio climático fue ganando presencia mediática: películas, documentales, discursos en la Asamblea General de la ONU, premios Nobel, cumbres mundiales, acuerdos, protocolos. Pero acción, acción climática, acción política, acción legislativa: de eso nada. Nada vinculante, nada obligatorio. Nada de compromisos ineludibles. Nada de sanciones, impuestos disuasorios ni cambios forzosos.
Y aquí estamos, con toda la información sobre el desastre que se nos avecina pero sin ningún avance significativo para evitarlo. La calidad de vida de las generaciones futuras va a depender de lo que hagamos en las próximas tres décadas. Hemos agotado la prórroga del cambio climático: vamos a los penaltis.