Europa se prepara para un invierno frío. En lo meteorológico está por ver, pero en lo energético, las previsiones de los mercados internacionales adelantan una posible escasez de materias primas y combustibles y, por tanto, un notable incremento de los precios de la electricidad y de los carburantes. El precio de la luz se ha encarecido más de un 50% en el último año, más de un 30% a pesar de las rebajas de impuestos aprobadas hasta la fecha, según los datos del INE. Y las perspectivas no parece que vayan a mejorar. Según las previsiones de OMIE (Operador del Mercado Ibérico de Energía), el precio de la electricidad va a permanecer por encima de los 150 euros/MWh en lo que queda de 2022 y la previsión para el próximo año eleva esa cantidad por encima de los 190 euros/MWh. Esto supone que los particulares no verán una rebaja sobre precios actuales.
En este contexto, el autoconsumo se perfila como un aliado para reducir el consumo de electricidad de la red durante los días más fríos del año y, por tanto, como una fuente de ahorro para las familias.
El mantenimiento de las sanciones a Rusia, los recortes en el suministro de gas a Europa, la duración del conflicto con Ucrania, la escalada de precios de las materias primas y de los combustibles fósiles y la escasez de buques para atender toda la demanda de gas natural licuado son algunos de los elementos que amenazan con una factura de la electricidad desbocada para el otoño y el invierno que viene.
El Consejo de la Unión Europea, preocupado por esta situación, ha apretado el acelerador y ha anunciado un incremento en los objetivos de implementación de renovables aprobados en el paquete de medidas denominado Fit for 55. La solución para los consumidores pasa así por dos acciones complementarias.
La primera es la mejora de la eficiencia energética sobre el principio de que consumir menos es la mejor manera de reducir las emisiones de efecto invernadero. La segunda acción es optar por el autoconsumo: producir nuestra propia electricidad, renovable y barata.