La fuerza de la costumbre ha erosionado tanto nuestras vidas que hemos adquirido la fea costumbre de dejarnos timar. Es más, ante la estafa, no oponemos resistencia.
Asistimos dóciles al espectáculo de una clase política que es la primera beneficiaria del engaño. Esperemos que nuestra docilidad sea pasajera y que entremos pronto en acción. Porque, de lo contrario, acabaremos degollados por el cuchillo ambicioso del Capital.
Sin ir más lejos, en estos días, se ha anunciado que sube el recibo de la luz y aquí como si nada; es decir, como si fuese un milagro del mercado que las bombillas alumbren, como si fuese normal seguir pagando tanto por un derecho tan básico como es el derecho a tener luz. Porca miseria. Y es que los del Gobierno, cuando se trata de dar razones ante la trampa de las eléctricas, miran al cielo y justifican la subida con asuntos meteorológicos, o miran al suelo y nos hablan de crisis petrolífera, o cierran los ojos y justifican el atraco con toda una ristra de asuntos complejos; los mismos asuntos que aparecen reflejados con mañas de trilero en el jeroglífico que supone el recibo de la luz.
Desde que la energía eléctrica sale del generador, hasta que llega hasta las bombillas, por el camino del cableado, son muchos (y muchas) los que trincan. (Ver más >)