Mientras Estados Unidos se vuelve a enamorar del carbón, China camina hacia un futuro relativamente verde. Es al menos el plan principal del gobierno asiático de un tiempo a esta parte: enterrar en el cajón de los recuerdos a sus centrales térmicas, dependientes del carbón, y apostar de forma fulgurante por las alternativas renovables. De entre todas ellas, ninguna está gozando de tanta popularidad como la solar. Y las cifras de los cuatro primeros meses de 2018 lo confirman.
¿Qué ha pasado? Que en el primer cuarto del año China ya ha instalado la potencia equivalente a 10 centrales nucleares. Sólo en parques solares. Es una cifra salvaje fuera de los parámetros de cualquier otro país del planeta. Es un 22% más de lo que China ya invirtió el año anterior por las mismas fechas. Sólo en 2017 los gigawatios instalados se dispararon a los 52, y para este año se calcula que el gobierno chino incluirá otros 45 gigawatios en la red eléctrica del país.
¿Cómo se compara? La apuesta china por la energía solar es sencillamente inigualable. El país superó a Alemania hace escasos dos años en potencia instalada: desde entonces ha multiplicado su parque fotovoltaico por cuatro. A finales de 2017 el país contaba con 131 GW frente a los 51 GW de EEUU, los 49 GW de Japón y los 42 GW de Alemania. Lo que significa que China introduce anualmente más gigawatios solares que el total histórico de cada uno de ellos. Una barbaridad.
¿Por qué solar? El primer motivo es medioambiental: China emite demasiado CO2, lo que contribuye a un deterioro grave de la salud de sus habitantes. El segundo es geopolítico: el gobierno ha interpretado la retirada de EEUU del liderazgo verde como una oportunidad para extender su influencia. Posicionándose como campeón medioambiental, China aspira a copar el futuro de la energía sostenible y, de paso, desprenderse de la engorrosa dependencia de los países petroleros.