¿Cómo será la sociedad futura, entre la amenaza del cambio climático y los cambios energéticos que tenemos por delante? No lo sabemos a ciencia cierta, pero es muy importante que el consumo y las decisiones de carácter energético sean lo más democráticos y participativos posible. Muchas veces me han preguntado qué puede hacer una persona cualquiera para luchar contra el cambio climático. Quiero plantear una posibilidad sencilla, fácilmente realizable y, además, económicamente rentable: apuntarse en una Comunidad Energética.
En la energía fotovoltaica se está produciendo un fenómeno curioso que tenemos que aprovechar: la rentabilidad económica de la producción eléctrica va paralela a la rentabilidad social y medioambiental. Cada vez su coste es más bajo y compite ya de forma privilegiada con otras formas de producción eléctrica basadas en fuentes no renovables. Que esto es cierto lo demuestra el interés creciente de las grandes empresas y fondos especulativos por la misma, como antes he indicado. Ahora más que nunca es importante democratizar al máximo la producción, distribución y gestión de la energía sometida hasta ahora en todo el mundo en el imperio de los grandes oligopolios durante todo el siglo XX. El Sol –de momento- no pertenece a nadie: podríamos decir que es propiedad de todos los seres humanos. Tenemos que conseguir que la energía que produce no padezca un proceso de privatización como han sufrido tantos otros bienes de la naturaleza.