Lo que está pasando, ya no es un tema de dumping o de competencia desleal, es algo mucho más dramático y estructural que, tarde o temprano, tendrá que reventar: los precios actuales de los paneles no tienen nada que ver con lo que cuesta producirlos en China. Lo explicaré con dos gráficos:
En este primero se muestran los gigavatios importados por Europa en los últimos años frente a las instalaciones realizadas. Ambos datos son perfectamente contrastables y nos dan una idea del enorme stock disponible, que está provocando la necesidad de vender a cualquier precio.
Por si estos datos no fueran suficientemente preocupantes, vayamos al segundo gráfico que muestra las instalaciones fotovoltaicas en el mundo frente a la fabricación fotovoltaica en China 2020-2027 (línea azul) medida en GWp.
Yo no sé a vosotros, a mí me parecen unos datos escalofriantes. Por mucho que el gobierno chino, sus provincias o sus municipios quieran sostener esta disparatada situación, no se podrá mantener durante mucho tiempo. Estamos hablando de muchos miles de millones de euros, de inversiones, y de pérdidas.
Porque, además, el gobierno de EE. UU. está dando subvenciones directas a la fabricación de células y módulos que superan a los quiméricos precios actuales. Lo que supone, en la práctica, que este mercado, así como el japonés y el de la India, estén cerrados al producto chino. Por mucho que China instale, que sin duda es mucho, es imposible que sea capaz de absorber ni la mitad de su producción interna.
Conclusión: esto, tarde o temprano, va a explotar. Mientras tanto, la industria fotovoltaica europea muere o está agonizante.