Desde los años 60, tres tipos de mensajes se repiten una y otra vez, adaptados a las distintas circunstancias, para intentar sembrar dudas sobre las energías renovables o los coches eléctricos, con el objetivo de salvaguardar la actividad de las empresas que trabajan con combustibles fósiles.
A ambos lados del Atlántico, a lo largo de las décadas han persistido los mensajes de que no hay alternativa al uso de combustibles fósiles, que debería dejarse a la elección del consumidor optar por ellos o por soluciones renovables y, en último término, que estas últimas eran más caras y ponían en riesgo el suministro de energía.
Así lo constata un estudio internacional que ha analizado los mensajes que desde la mitad del siglo pasado han lanzado las tres asociaciones que representan los intereses de compañías petroleras o gasistas en Estados Unidos, en la UE y en el Reino Unido para intentar frenar políticas encaminadas a reducir las emisiones de CO2 con tecnologías más sostenibles.
Estas son las conclusiones de una investigación realizada por el think thank InfluenceMap, con sede en Londres, sobre las "narrativas engañosas" que durante 50 años ha "repetido" el sector de los combustibles fósiles en lo que considera un "esfuerzo sistemático de oponerse, debilitar y retrasar la transición energética".
Se basa en el estudio de los argumentos que desde los años 60 del siglo pasado han repetido las asociaciones que representan los intereses de compañías petroleras y gasistas de modo público o en sus comparecencias y acciones de lobby ante distintas instancias políticas como el Congreso de Estados Unidos o en encuentros con legisladores de la UE.
Esta campaña, reconoce el informe, "ha tenido un significativo impacto negativo en la capacidad de los gobiernos para afrontar la crisis climática por todo el mundo".
Las tres organizaciones estudiadas, el American Petroleum Institute (API), Fuels Europe y Fuels Industry UK, de los que la investigación, destaca posiciones en ocasiones mucho más inmovilistas que las empresas asociadas a ellas, como es el caso de Repsol en la organización europea.
A pesar de que su punto de partida era que la transición energética tiene que venir de la demanda de tecnologías renovables y no de reducir la oferta de combustibles fósiles porque podría llevar a una subida de precios, la investigación concluye que durante décadas han intentando con sus mensajes influir en la demanda, en la percepción de los consumidores, sembrando dudas y miedos sobre las alternativas renovables al petróleo y al gas.