La UE cuenta con un marco sólido para abordar el impacto del cambio climático, pero resulta problemático llevar a la práctica las políticas de adaptación. Así lo advierte el Tribunal de Cuentas Europeo en un nuevo informe en el que plantea que exponer la economía actual de la UE a un calentamiento global de 1,5 a 3 °C supondría una pérdida económica anual de entre 42.000 y 175.000 millones de euros.
Así, constataron que aunque más de la mitad de los proyectos auditados abordaban eficazmente los riesgos climáticos, había casos en los que las prioridades eran contradictorias: a los objetivos de adaptación al cambio climático se sumaban otros distintos, como la competitividad o el desarrollo regional.
Algunos ejemplos de mala adaptación son el fomento del riego para cultivos que demandan mucha agua en lugar de cambiar a otros menos intensivos, o la inversión en cañones artificiales de nieve que ahorren energía, en lugar de centrarse en el turismo desestacionalizado. Además, algunos proyectos, como rellenar las playas con arena, solo ofrecen una solución a corto plazo.
Como la adaptación es transversal, la financiación de la UE procede de varias fuentes, como las de agricultura, cohesión e investigación, lo que dificulta su trazabilidad. “Hace falta mejorar los informes de adaptación: hoy no se puede evaluar los avances en este campo en los Estados miembros, ya que son muy descriptivos y carecen de datos cuantificables”, concluyen los auditores.
“La adaptación al cambio climático no es una respuesta de emergencia única, sino una serie de medidas de prevención, protección y preparación para adaptarse a los fenómenos climáticos reales o previstos y sus efectos”, explican. Y recuerdan que UE publicó su primera estrategia de adaptación ya en 2013 y una segunda en 2021, confirmando la alta vulnerabilidad de la UE al cambio climático.