Que un ministro se deje invitar, y más por un agente del sector de su competencia, es un grave error político y sobre todo una inmoralidad, que se haga mil veces el ofendido y mienta hasta la saciedad es ruin, pero que consciente de ello se atreva a acudir a los tribunales es digno.., pues eso, solo de quien se empeña en que el Meridiano de Greenwich pasa por Canarias.
Pero lo más grave de la presencia de este señor al frente de un ministerio tan importante no es esa “torpeza” ni su posterior obcecación en negarla, lo peor, lo que más daño ha hecho a este país es el tremendo salto atrás en política energética que supuso su mandato.
Culpó a las renovables de todos los males del sistema eléctrico; inundó el Boletín Oficial del Estado de una tan profusa como inútil regulación que, según él, estaba destinada a solucionar todos los problemas, lo que el tiempo ha desmentido; apostó por las prospecciones petrolíferas y por el fracking; firmó el nefasto RD 900/2015 que cercenaba el ejercicio del autoconsumo; despreció el ahorro y la eficiencia; se mantuvo en el error de apoyar la quema de carbón; y así un rosario de desafortunadas líneas de actuación contrarias a las políticas sostenibles en este delicado, por tantas razones, ámbito de la energía.
Pero el “delito” más grave que cometió, y por el que lamentablemente nunca será condenado, es que mintió, mintió permanentemente con sus argumentos cuando negaba la evidencia de que el futuro de la energía es muy distinto al de su equivocada apuesta.
Mentía cuando demonizaba a las tecnologías renovables, cuando magnificaba deliberadamente sus costes, cuando negaba la evidencia del aumento del recibo de la luz en contra de los datos del Instituto Nacional de Estadística. Sí, mentía casi siempre.
Ahora nos toca a los ciudadanos condenar esas mentiras políticas que solo sirven para proteger al oligopolio energético y nos alejan de un modelo sostenible, más justo y, sin duda, competitivo.