Como casi siempre, sus palabras fueron poderosas, inspiradoras y, aquí viene el sentido de esta publicación en 2020, asombrosamente proféticas y más relevantes que nunca. Tomando únicamente el discurso final a modo de conclusión, Sagan nos habla en apenas dos minutos de muchas de las claves para sobrevivir que quienes gobiernan parecen ignorar.
Si quemas un pedazo de carbón en alguna parte, el dióxido de carbono sube a la atmósfera, y sabes que las moléculas de dióxido de carbono son excepcionalmente estúpidas. No saben nada sobre las fronteras nacionales. No tienen pasaportes. Son totalmente desconocedoras del importante concepto de soberanía nacional. Simplemente cruzan como si tal cosa las fronteras nacionales una tras otra. Hay una lección de esto, y es que el mundo es una unidad, las fronteras nacionales no tienen relación con estos problemas ambientales globales. Ninguna nación puede resolver este problema por sí sola. Tiene que ser que todas las naciones trabajen juntas.
Lo que es más importante: no hay forma de mitigar estos problemas para que introduzcamos la tecnología mitigadora o lo que sea hoy y luego en 2 o 3 o 4 años, o algo comparable al mandato político, el problema se resolverá. En cambio, presenta las circunstancias atenuantes ahora, y décadas después, cuando alguien que ni siquiera conoces ocupe tu cargo político, los beneficios llegarán.
Resolver estos problemas requiere una perspectiva transnacional y transgeneracional. En mi opinión, esa es una perspectiva muy adulta. Desprovincializando, deschauvinizando una conciencia de una especie en un planeta frágil exquisito, y por eso creo que este gravísimo problema ambiental global puede tener un lado positivo. La unión del planeta. El fin de nuestra adolescencia. El acercamiento a la madurez de nuestra especie.