En cuanto a la generación hidroeléctrica, que en España está cobrando los megavatios que vende en el pool al precio de lo que cuesta generarlos con gas natural, el abuso va aún más lejos porque "los señores del agua" no han dudado en desembalsar algunos de sus pantanos para asegurarse suculentos beneficios, dejando prácticamente secos los embalses y con un cabreo monumental a la población de las zonas afectadas. Ahora bien –ya lo dice el refrán–, la codicia rompe el saco: el gobierno está estudiando aplicarles el artículo 55 de la Ley de Aguas, que permite al organismo de cuenca limitar el uso del dominio público hidráulico, con carácter temporal, para garantizar la explotación racional del agua y así evitar que sigan turbinando a su antojo este recurso de primera necesidad. Otra medida que se podría tomar es recuperar las concesiones de centrales hidroeléctricas que caduquen, integrándolas en una empresa pública de energía que fije precios justos a la luz. Así lo piden asociaciones de consumidores, ecologistas y Unidas Podemos.
Ninguna de estas actuaciones va a lograr de inmediato que la luz nos cueste la cuarta parte mañana. Ayudarán, sin duda, pero no son varitas mágicas. Sin embargo, los ciudadanos tenemos a nuestro alcance otras posibilidades que sí permiten obrar la magia de desengancharnos (total o parcialmente) del oligopolio eléctrico. Hablamos del autoconsumo, de la energía distribuida, de las comunidades energéticas, opciones con las que dejamos de depender de las grandes compañías energéticas y pasamos a ser nosotros los dueño y gestores de la energía que consumimos. Como dice nuestro veterano columnista Javier García Breva, "abaratar la energía solo será posible con un modelo energético que desplace el poder de mercado de las grandes eléctricas a millones de autoconsumidores y comunidades energéticas".