Un futuro en el que la combinación entre hidrógeno y baterías sea una realidad requiere abordar los desafíos que presentan ambas tecnologías.
Uno de los mayores obstáculos para el hidrógeno es su coste de producción, que debe ser competitivo con respecto a las alternativas actuales. El uso de baterías puede facilitar la industrialización y el coste de obtención del hidrógeno.
Además, el almacenamiento del hidrógeno presenta desafíos en términos de durabilidad, recarga y ciclo de vida, que se están abordando para optimizar su eficiencia.
Por su parte, la industria de las baterías se está centrando en desarrollar nuevas generaciones tecnológicas que permitan satisfacer las necesidades de industrias como el vehículo eléctrico, las energías renovables o la electrónica de consumo.
Esto incluye aumentar las densidades energéticas de los dispositivos, algo que se espera que las baterías de estado sólido puedan lograr, junto con otros avances en las composiciones de cátodos y ánodos y la configuración de las celdas.
La respuesta a estos desafíos determinará la evolución del hidrógeno y las baterías y, a su vez, la consolidación del futuro modelo energético que se pretende alcanzar.
Por lo tanto, es importante poner en marcha planteamientos tecnológicos que incluyan el desarrollo de estas soluciones de manera combinada, aprovechando las sinergias y posibilidades que se ofrecen mutuamente para acelerar su madurez.
Esto es un primer paso para establecer a largo plazo un modelo energético flexible e híbrido que aproveche lo mejor de ambos mundos.