El avance del Informe Perspectivas de la transición energética mundial 2023, presentado recientemente por la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena) hace un llamamiento a corregir el rumbo de la transición energética. En un comunicado señalan que el avance muestra que la escala y el alcance del cambio están muy por debajo de la senda de 1,5 °C. Para mantener ese objetivo, los niveles de despliegue deben pasar de los 3.000 gigavatios (GW) renovables actuales a más de 10.000 GW en 2030, una media de 1.000 GW anuales. El Informe también advierte de que la falta de avances aumenta aún más las necesidades de inversión y pide un cambio sistemático en el volumen y el tipo de inversiones para dar prioridad a la transición energética.
En menos de 30 años debe producirse una transformación profunda y sistémica del sistema energético mundial, lo que subraya la necesidad de un nuevo enfoque para acelerar la transición energética. Proseguir con los combustibles fósiles y las medidas sectoriales de mitigación es necesario pero insuficiente para cambiar a un sistema energético apto para el dominio de las renovables. El énfasis debe desplazarse de la oferta a la demanda, hacia la superación de los obstáculos estructurales que impiden el progreso. La previsión de Irena esboza tres pilares prioritarios de la transición energética: la infraestructura física, los facilitadores políticos y normativos y la mano de obra bien cualificada, que requieren una inversión significativa y nuevas formas de cooperación en las que todos los actores puedan participar en la transición y desempeñar un papel óptimo".
El Director General de Irena, Francesco La Camera: "debemos reescribir el funcionamiento de la cooperación internacional. Lograr la transición energética requiere una mayor colaboración internacional, incluidos esfuerzos colectivos para canalizar más fondos hacia los países en desarrollo. Un cambio fundamental en el apoyo a las naciones en desarrollo debe centrarse más en el acceso a la energía y la adaptación al clima. De cara al futuro, las instituciones financieras multilaterales deben destinar más fondos, en mejores condiciones, a proyectos de transición energética y construir la infraestructura física necesaria para sostener el desarrollo de un nuevo sistema energético".