Tras años centrada en las químicas basadas en el litio, la industria de las baterías está comenzando a mostrar interés por el sodio, un material mucho más abundante y asequible. Empresas chinas (BYD, CATL, Farasis, HiNa), estadounidenses (Natron), francesas (Tiamat), inglesas (AMTE Power, Faradion) y suecas (Altris) ya están trabajando en una tecnología que promete revolucionar el sector.
A pesar de que las baterías de sodio a día de hoy son más caras que las de litio debido a su bajo volumen de producción y a que las cadenas de suministro todavía no se han desarrollado, expertos de BloombergNEF estiman que en el futuro podrían costar la mitad que las LFP (litio-ferrofosfato), que en los últimos años se han popularizado precisamente por ser mucho más baratas que las NCM (níquel, cobalto, manganeso).
Por el momento, la densidad energética ofrecida por las baterías de sodio es inferior a las de litio. Las celdas de HiNa, que recientemente debutaron en un prototipo basado en el urbanita chino Sehol E10X, ofrecen 140 Wh/kg, cifra que se queda en 120 Wh/kg a nivel de pack. Esto es un 25% menos que en las baterías LFP actuales.
Por contra, disfrutan de varias ventajas de gran interés, pues admiten tasas de carga/descarga más elevadas, tienen un mejor rendimiento a bajas temperaturas (se estima que a -20 ºC retienen el 90% de su capacidad) y no son inflamables, lo que se debería traducir en unos índices de seguridad superiores. A esto tendríamos que sumar que el sodio tiene una distribución geográfica más diversa; además, es más sencillo de extraer y reciclar.
El desarrollo de las baterías de sodio podría ser muy beneficioso para la industria europea, que actualmente tiene una grave dependencia de las materias primas africanas y sudamericanas, así como de las cadenas de suministro chinas.