No puedes tener en casa una central nuclear ni quemar carbón en la cocina ni plantar un molino eólico en el balcón. Pero sí puedes tener una placa fotovoltaica, que convierte la luz del sol en energía eléctrica. Y desde que en la última década del siglo pasado, muy tímidamente, comenzase el autoconsumo eléctrico mediante estos artilugios, nunca ha parecido más realista el sueño de la independencia eléctrica.
¿Estamos entrando en la edad de oro de la energía solar fotovoltaica? La tecnología de las placas, que como tantas otras nació de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, es cada vez más eficiente, y su coste, menor: su base es el silicio, el segundo elemento químico más abundante en la corteza terrestre. El precio del panel fotovoltaico cayó un 89% entre 2007 y 2019, según datos de Anpier —la asociación de productores—, y la eficiencia de las placas —el porcentaje de luz solar que se convierte en electricidad— ha pasado del 6% de los primeros modelos a cerca del 20%. Mientras, se trabaja en materiales alternativos aún más eficientes, como el grafeno y la perovskita, un mineral.
Paralelamente, y gracias en parte al desarrollo del coche eléctrico, mejora también el funcionamiento y el precio de las baterías de almacenaje, que permiten consumir de noche lo que se produce de día. Estos aparatos están mutando de simples despensas a máquinas inteligentes, dotadas de tecnología cada vez más sofisticada. La alianza de ciencia y software parece estar acercando el sueño de la autogestión energética: mi casa, mi castillo, mi energía.
A partir de estos datos, Blanca Perea, experta en energía y directora ejecutiva senior de FTI Consulting, concluye: “El autoconsumo eléctrico tiene hoy más significado social, y hasta político, que medioambiental”. En su opinión, “existe el riesgo de potenciar el autoconsumo, porque resulta más sexy, antes que la eficiencia. Pero uno debe instalar luces led, revisar la antigüedad de sus electrodomésticos y mejorar sus hábitos de consumo antes de lanzarse a poner placas fotovoltaicas”.
Coinciden políticos, analistas del sector eléctrico y ecologistas, es clave el desarrollo del autoconsumo colectivo: la unión de varios consumidores para compartir la propiedad y el uso de instalaciones de generación fotovoltaica, ya sea en una gran urbanización, en un polígono industrial o incluso en varias manzanas de viviendas. Lo explica Perea: “Lo importante no es tener muchas placas, sino la eficiencia energética, casar la oferta con la demanda”. Y para lograrlo, “hay que buscar enfoques más centrados en la gobernanza energética en barrios y comunidades con el perímetro suficiente”.