Sí, nacido para morir. El Real Decreto (RD) de autoconsumo que acaba de aprobar el Ministerio de Industria, Energía y Turismo parece condenado de antemano. Porque el arco parlamentario todo ha dicho que lo derogará sin falta no más salgan por la puerta el señor Soria (ministro del ramo) y su secretario Alberto (Nadal, responsable directo del departamento de Energía). Born to die… porque hasta 18 partidos políticos (Podemos y Ciudadanos incluidos) han dicho alto y claro –Manifiesto mediante– que no quieren ponerle impuestos al sol y que si hoy se los ponen los señores susodichos, mañana ellos se los quitarán.
El autoconsumo es irrefutable: ambiental, económica y técnicamente. Las piedras en el camino –impuestos al sol, balances que no llegan, tramitaciones alambicadas– acabarán indefectiblemente en las cunetas, como el ministerio que no vio la luz. La revolución ya ha empezado. En las cubiertas de las naves industriales, en las de las granjas, en las casas rurales, en los ayuntamientos… Ahora ya solo hace falta la voluntad política. Y empieza a haberla. La hay, ya, en la España parlamentaria de los 18 partidos -esa que está llamada a suceder al ministerio que no vio la luz, ministerio ciego-, y la hay, sobre todo, en la España ciudadana –esa que está hecha de ciudades, de pymes, de hombres, de mujeres y de proyectos en común–, esa España que vio la luz, al fin, el pasado mes de mayo y que empieza a alumbrar la ruta del autoconsumo. Y si no... léase La revolución de los ayuntamientos.