En el mercado energético chocan dos tendencias contradictoras. El precio del gas se ha disparado y el petróleo se agota, mientras las renovables producen cada más energía y cada vez más barata. El problema es que lo hacen cuando no hay demanda eléctrica y no sabemos cómo almacenarla: la tecnología tras las baterías de consumo actuales han topado con un problema de escalabilidad y son capaces de hacerlo de manera eficiente. “Meter el sol en una caja” es la idea de un equipo de investigadores españoles para usar la energía que producen las centrales solares y eólicas cuando funcionan a toda potencia en momentos del día en los que hay que tirar de gas o carbón. Tienen un prototipo y su potencial para ser un punto de inflexión en el combate contra el cambio climático lo ha colocado como candidato a ser el invento europeo del año.
“El sol en la caja” es la metáfora que utilizan estos investigadores de la Universidad Politécnica para nombrar un nuevo tipo de batería termofotovoltaica. Primero invierten los excedentes de energía renovable en calentar por encima de los 1.000 grados un material contenido en un recipiente especial. La temperatura que alcanza el material lo vuelve incandescente, un sol en miniatura del que se puede recuperar una parte de la energía con placas solares orientadas hacia adentro de la caja.
“La propuesta de valor de Amadeus es un sistema muy barato que tiene una densidad energética muy alta, una alta eficiencia global, y que es seguro, flexible, compacto, silencioso, reciclable, escalable”, explica sobre Amadeus la organización del premio.
Todo esto “da lugar a un sistema modular que puede utilizarse en una amplia gama de aplicaciones para proporcionar calor y electricidad limpios a demanda”, añaden desde Radar de la Innovación. El objetivo de los investigadores es que puedan construirse baterías de distintos tamaños para utilizarse en casas, barrios residenciales o industrias.
La otra gran baza de estas baterías es el precio de la energía que produzcan. Al tomarla en períodos de alta producción y baja demanda, será la más baja de mercado. El reto es minimizar los costes de almacenarla, algo que los investigadores esperan poder hacer con un coste total de 10 euros por kWh, por los 400 euros por kWh de las actuales baterías estacionarias de iones de litio.