Uno de los cambios más importantes surgidos de nuestra última gran crisis ha sido la transformación del perfil del consumidor de energía. Ahora todo el mundo sabe lo que le cuesta la luz y el gas. El ahorro de energía ha pasado a tener un valor económico importante para el consumidor final y la eficiencia energética es una prioridad.
La reforma eléctrica ha afrontado esta realidad con desprecio. Se ha incrementado un 100% el término de potencia en el recibo para cobrar más por la energía contratada que por la realmente consumida. De esta manera se desincentiva el ahorro energético y, lo que es peor, se hace muy difícil financiar las inversiones en eficiencia energética con los ahorros de energía.
El RD 900/2015 de autoconsumo tiene el mismo objetivo. Siendo el autoconsumo, ante todo, el mejor instrumento de gestión de la demanda y, por lo tanto, de ahorro de energía, todas las barreras que se imponen para impedir al consumidor poder gestionar su propia energía son también barreras a la eficiencia energética.
La Comisión Europea es consciente del problema que supone la financiación de la eficiencia energética de edificios y en la revisión de la Directiva 2010/31/UE (DEEE), dentro del “paquete de invierno” que se ha anunciado para el 30 de noviembre, se pretende incluir una iniciativa de edificios orientada a la financiación en la que se incluiría el estudio por Eurostat para eliminar la barrera contable del déficit a las inversiones públicas en eficiencia energética.
El camino para que el ahorro de energía se considere un valor económico y financiero está planteado y quien no se adapte tendrá que asumir en el futuro mayores riesgos.