La conclusión económica es clara e implica que una transición energética no sólo es necesaria, sino que es extraordinariamente rentable. Los ahorros finales que representaría llevarla a cabo ascienden, para Europa, a más de 16,5 billones de euros, y para España, a más de 1,7 billones. Son ahorros extrapolables al resto de países estudiados (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia), lo cual hace que el salto a una economía basada en energías limpias sea un modelo más que viable para todos ellos.
Pero aunque los datos referentes a la Factura Exterior Fósil son ya sorprendentes y astronómicos, éstos no reflejan en realidad la verdadera dimensión del problema. El gasto real que los ciudadanos hacen en energía, la Factura Ciudadana (FC), es mucho mayor. A la mencionada factura exterior hay que añadirle los gastos de transporte, refinería y distribución, además de los márgenes comerciales y los impuestos.
Mientras que lo que a España le costó adquirir combustibles fósiles en 2012 fueron 50.000 millones de euros, la factura ciudadana, es decir, lo que los ciudadanos españoles realmente pagaron por la compra de gasóleo, gasolina, gas natural y electricidad ascendió, en realidad, a 125.000 millones de euros. Y si la Factura Exterior Fósil acumulada del país sería, sin que hubiera transición energética, de poco más de 4 billones, la factura ciudadana acumulada española sería, en ese caso, de unos 10 billones de euros. De igual modo, si el ahorro estimado para España con transición energética se prevé que sea de 1,76 billones de euros, los españoles, en realidad, ahorrarían mucho más: 5 billones de euros, 107.000 euros por habitante. Los cálculos para Europa arrojan un ahorro en la factura ciudadana de 52,1 billones de euros, 103.000 euros por habitante.
Los datos hablan por sí mismos. Ante la constatación de tanta irresponsabilidad a pesar del terrible impacto que nuestro modelo energético está ya teniendo en el clima, los datos económicos deberían acabar de convencernos de la urgencia de impulsar la imprescindible transición. El ahorro que se deriva de los mismos, en cualquiera de los supuestos posibles, es incuestionable y más que suficiente para pagar la energía generada mediante renovables, así como los impuestos y la totalidad del Estado de bienestar que, de seguir como hasta ahora, sin duda continuará en descenso.