La decisión de la International Energy Agency (IEA), un lobby ligado a las petroleras, estos días de reclamar el fin del petróleo, exigiendo que se deje de invertir desde ahora mismo en exploración de nuevos pozos de hidrocarburos, distanciándose de su tradicional neutralidad en relación con la transición energética, ha supuesto un aldabonazo en el sector. Pero no se trata de un movimiento casual ni contra natura. Las inversiones en hidrocarburos tardan años en ofrecer rentabilidad y buena parte de los objetivos de emisiones cero estaban fijados, por lo que muchas compañías de algún modo ya estaban en ello. En los más de cinco años que van desde el Acuerdo de París, la banca lleva invertidos más de 3,6 billones en combustibles fósiles, casi el triple de lo destinado a bonos y créditos para respaldar proyectos verdes. Sin embargo, según Bloomberg, el reinado del petróleo, carbón y gas podría estar llegando a su fin, ya que la financiación y los préstamos verdes han superado a la financiación fósil en lo que va de año, con 203.000 millones en bonos y préstamos para proyectos renovables y otras empresas respetuosas con el clima hasta el 14 de mayo, en comparación con los 189.000 millones destinados a empresas centradas en hidrocarburos.
En el año de la pandemia, la energía renovable no solo creció, sino que lo hizo de manera récord. Los últimos datos de la IEA confirman que las instalaciones de energía renovable no sólo aumentaron, sino que superaron incluso las expectativas más optimistas: las eólicas crecieron un 90% y las solares un 23%. La IEA espera más este año: "Las adiciones de capacidad excepcionalmente altas se convertirán en la nueva normalidad en 2021 y 2022, y las energías renovables representan el 90% de la expansión de la capacidad de nueva energía a nivel mundial". (+)