11 may 2021

Eólica, fotovoltaica y demás renovables, sí; hidrógeno y gas natural, no

El lobby del gas natural está utilizando el hidrógeno (H2) para salvar los muebles. Porque el gas ha perdido la batalla eléctrica contra las renovables (eólica y fotovoltaica producen electricidad más barata -y más limpia- que la que produce el gas), y porque el gas también está perdiendo (el autogás) la batalla de la movilidad (frente al vehículo eléctrico). Por eso el gas natural necesita buscarse negocios alternativos, para darle uso a sus gasoductos y demás infraestructuras, que aún no ha amortizado. ¿Y cuál puede ser el negocio alternativo...?

Según el informe «El boom del hidrógeno: cuento de hadas o pesadilla climática», que acaban de publicar las organizaciones no gubernamentales Corporate Europe Observatory (CEO), Food & Water Action Europe y Re:Common, informe que ha sido traducido por Ecologistas en Acción y el Observatorio de la Deuda en la Globalización.

Más dinero público para las grandes compañías; menos fondos para las iniciativas ciudadanas
El informe denuncia que el empeño de la industria en desarrollar proyectos a gran escala para generar electricidad de origen renovable con la que fabricar hidrógeno tienen un impacto "en la reducción del apoyo del sector público a proyectos comunitarios renovables de producción a pequeña escala, descentralizados, para la mejora de la eficiencia y el ahorro energético".

Frente a la "burbuja del hidrógeno", los autores del informe plantean "propuestas realmente sostenibles"
1. Un cambio de apoyo político y financiero por parte de las instituciones: los fondos públicos deben dedicarse a apoyar a la energía eólica, solar y otras fuentes renovables, con planes de ahorro energético y con un enfoque que priorice infraestructuras y proyectos comunitarios y públicos.

2. Fin del acceso privilegiado de la industria del gas: la inclusión de la industria en el proceso de elaboración de políticas obstaculiza gravemente el proceso de cambio. Se necesita un cortafuego entre los responsables políticos y la industria del combustible fósil en los niveles nacionales, regionales y en los espacios de Naciones Unidas.

3. Un cambio de cultura de las relaciones con los grupos de presión: es necesaria una total transparencia en la elaboración de un registro de grupos de presión legalmente vinculante y plenamente implementado y unas políticas encaminadas al interés general en lugar de las que se hacen para beneficiar a la industria.

4. Dejar de poner la investigación financiada con fondos públicos en manos de las empresas: en su lugar, utilizar el dinero de las personas contribuyentes para investigaciones que aborden adecuadamente los desafíos sociales, como es el caso de la emergencia climática. Es preciso el apoyo del sector público a proyectos comunitarios renovables de producción a pequeña escala, descentralizados, para la mejora de la eficiencia y el ahorro energético.

5. No más infraestructura fósil: Hay que descarbonizar el sistema mediante una transición adecuada y justa, con la eliminación gradual y bien planificada de todos los combustibles fósiles y de sus infraestructuras. Debe hacerse conforme a la ciencia y tecnologías disponibles, al mismo tiempo que se protege a las comunidades y a sus trabajadores anteponiendo sus derechos y bienestar al de las ganancias corporativas.

La publicación, adaptada y traducida por Ecologistas en Acción y el Observatorio de la Deuda en la Globalización ha sido elaborada por Corporate Europe Observatory, Food & Water Action Europe y Re:Common en diciembre de 2020.

El regulador español avisa sobre proyectos de ampliación de interconexiones o de plantas de GNL que "no parecen encajar con la política energética de descarbonización"; "duda de la necesidad" de abrir la regasificadora de El Musel, pero aplaude los proyectos de gases renovable.
La regasificadora de casi 400 millones de euros nunca utilizada por sobrar plantas.