Así lo indican los números y así lo confirma el fundador del portal Keynumbers, John Poljak, que ha realizado unos cálculos para ver la magnitud del problema, y lo enormemente difícil de la situación de querer sustituir el gas con hidrógeno verde. Algo que tiene que ver con la física, pero también por el enorme retraso en la expansión de las energías renovables en buena parte del continente.
El principal problema es alimentar las necesidades de calefacción, que en Alemania está protagonizada en su mayor parte por calderas a gas. Algo que supone o lanzarse a sustituir este gas natural por otro gas, como el hidrógeno, o realizar una masiva y a corto plazo imposible transformación a aerotermia. Una aerotermia que por cierto hace no muchos meses era ridiculizada por algunos medios alemanes. Ahora ya no lo hacen.
En caso de querer cubrir la demanda de todo el gas que consume España, entonces la superficie de la granja solar llegaría a un tercio de toda Alemania. Unos 120.000 kilómetros cuadrados.
El debate ahora es si merece la pena siquiera intentarlo. Desde el punto de vista económico, las cifras indican que con la subida del gas, y la bajada estimada de los costes de los electrolizadores, no será complicado producir hidrógeno verde más barato que el gas. El problema en este caso, como vemos, es lograr producir el propio hidrógeno con renovables en un sistema altamente ineficiente y que requerirá unas inversiones monstruosas para lograr cubrir una pequeña parte del consumo.
Por lo tanto, la pregunta que más expertos se hacen cada día es si seremos o no capaces de reemplazar el gas ruso con GNL importado o hidrógeno verde, sino directamente si deberíamos siquiera intentarlo.
El nuevo informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) advierte que mezclar hidrógeno en las redes de gas es una forma complicada de reducir las emisiones de los hogares y probablemente costaría más de 500 dólares por tonelada de emisiones reducidas.
Los hallazgos sugieren que el uso de hidrógeno en electrodomésticos como estufas y calentadores de agua sería prohibitivamente costoso, y la electrificación podría servir como un camino más económico para reducir las emisiones.
Los diferentes estudios han demostrado que las bombas de calor eléctricas requerirían de cinco a seis veces menos energía que las calderas que usan hidrógeno renovable. Una mayor eficiencia que se suma a que las actuales redes de gas no están listas para bombear hidrógeno puro a las tuberías del Europa, lo que requerirá una adaptación.
La electrificación directa en forma de vehículos eléctricos y bombas de calor reducirá el consumo de energía primaria de Europa en dos tercios, mientras que los beneficios de las energías renovables se extenderán a un coste mucho menor, a lo que se suma la posibilidad de producción interna y la reducción correspondiente de la dependencia energética.
Una situación compleja heredada de la falta de acción de los principales gobiernos europeos, Alemania y Francia, que han perdido dos décadas apostando por el gas o las nucleares, y que ahora arrastran a la economía europea a un periodo donde nos encaminamos a gastar ingentes cantidades de dinero en un hidrógeno verde que tendrá sus nichos de mercado, como fertilizantes o alimentar algunas industrias pesadas, pero que como vemos no será una solución viable para alimentar las demandas energéticas de millones de europeos.
Opinión
Esto nos indica que los gobiernos tendrán ante si una decisión que tomar. O apostar por el hidrógeno verde, que como vemos tendrá aplicaciones muy limitadas, o, por lo contrario, hacer un «all in» con las renovables, la aerotermia y los vehículos eléctricos, para contar con una economía descarbonizada, con un sector energético saludable y con una fuerte producción interna, pudiendo cubrir parte de la demanda con hidrógeno tanto local, como principalmente importado desde mercados con unos costes de producción mucho más bajos.
Pero sea cual sea la decisión, el reto no será ni mucho menos menor, y las inversiones tendrán
que ser faraónicas.