La revolución FV es, sencillamente, incontestable. La UE27 ha doblado en apenas dos años su producción solar fotovoltaica (FV). Estados Unidos ha instalado en los doce meses de 2023 más potencia que nunca antes en un año. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que China va a instalar entre 2023 y 2028 cuatro veces más potencia FV que la Unión Europea y cinco veces más que Estados Unidos. En fin, incontestable.
¿Y el futuro? Made in China.
EurObserv’ER lo tiene muy claro. La capacidad de fabricación de células solares de China ha superado ya los 660 GW por año. China sumaba ella sola en 2023 el 80% de toda la producción de células y módulos fotovoltaicos del mundo. Además, a ese 80 hay que sumarle otro 18%, correspondiente al sureste asiático y Corea del Sur.
Y al revés. Frente a la pujanza china, EurObserv'ER habla de una industria FV europea “moribunda”. Ejemplo de ello es la suiza Meyer Burger, que había retomado la producción a mediados de 2021, pero que anunció en marzo el despido de 500 trabajadores en su factoría de Freiberg y prepara el cierre. La compañía está desembarcando ahora en Estados Unidos, de la mano de la Ley de Reducción de la Inflación, norma USA que incentiva la instalación de fábricas en territorio estadounidense para producir localmente todo lo necesario para la transición energética.
Otro caso que ilustra el descalabro FV europeo es el de Systovi, el último fabricante de paneles solares francés, un histórico, que anunció el pasado 17 de abril el cierre.
“El actual peligro para Europa es que podría cambiar su dependencia de los hidrocarburos, el petróleo y el gas, por otra dependencia concentrada en China”, apuntan los analistas de EurObserv’ER.
La publicación de la Directiva sobre energías renovables (conocida como RED III) en el Diario Oficial de la Unión Europea el pasado 18 de octubre ha abierto quizá nuevas posibilidades para el sector fotovoltaico. RED III estipula que los estados miembro colectivamente asegurarán que la cuota de energía procedente de fuentes renovables en el consumo bruto final de energía de la Unión será de al menos el 42,5% en 2030 y que los estados miembros se esforzarán colectivamente por incrementar esa cuota hasta el 45. La ambición, pues (al menos en modo Declaración de Intenciones), queda nítidamente recogida.
Una ambición que, además, –recuerdan desde EurObserv'ER– también han aumentado los gobiernos de los estados miembros en sus planes nacionales integrados de energía y clima.
España, por ejemplo, fijaba en su primer plan como objetivo fotovoltaico para 2030 los 39 gigavatios, y ha elevado ese objetivo tras la última revisión de su plan hasta los 76 gigas FV.
Alemania ha hecho lo propio (elevar sus objetivos) tras la última revisión de su plan: se ha marcado como objetivos los 215 GW acumulados en 2030 y los 400 en 2040.
Francia también ha elevado su ambición tras su última revisión del plan. Lo ha hecho desde los originarios 44 GW para 2028 a los 60 para 2030 y hasta 100 para 2035.
Italia ha pasado de 51 a 79. Portugal, de 9 a 20,4 GW. Polonia, de 7,3 a 29,3.
Todo ello ha hecho que la suma de las potencias objetivo reflejadas en los primeros planes nacionales integrados de energía y clima haya pasado de 316 GW a los 625,2 gigavatios ahora recogidos.
Ahora hace falta voluntad. Voluntad política para ayudar a una industria local UE que está muriendo (moribunda), voluntad política para no sustituir una dependencia (de los combustibles fósiles rusos) por otra dependencia (de la fotovoltaica made in China), voluntad política para ir más allá de… las declaraciones de intenciones.