El despliegue masivo de nuevas plantas de energías renovables en España obliga a afrontar retos mayúsculos para la reorganización del sistema eléctrico. La intermitencia de la producción de las dos grandes energías verdes -la eólica y la fotovoltaica- en función de si hay viento y sol obliga a desarrollar un colosal sistema de almacenamiento de energía para poder ir sustituyendo por solo renovables otras tecnologías de generación como las nucleares o las centrales de gas.
Las energéticas aceleran para poder implantar sistemas de almacenamiento de energía que van más allá de las grandes baterías (cuya madurez tecnológica y escasa expansión aún impiden utilizarlas de manera masiva para guardar la electricidad de eólica y solar para utilizarla cuando es necesaria). Las eléctricas cuentan con una enorme cartera de proyectos para desplegar por toda España centrales hidroeléctricas reversibles, que sirven para poder producir electricidad una y otra vez con la misma agua y que en la práctica se consideran un sistema de almacenamiento, al funcionar también como una ‘superbatería’ para proporcionar luz casi a voluntad cuando se necesita.
España cuenta con más de un millar de centrales hidroeléctricas convencionales, en las que el agua se retiene en un embalse, se suelta para producir electricidad y después sigue el cauce del río sin más. Pero también dispone de un puñado de instalaciones cuya tecnología particular está llamada a jugar un papel crucial en el futuro energético del país.