Xi Jinping ha inaugurado una nueva etapa, alejada de la inversión desenfrenada, para buscar un modelo más sostenible que apuesta por minerales críticos y las energías renovables.
En 2023, China estuvo detrás de las tres cuartas partes de la inversión mundial en fabricación de energías renovables, con más de ocho de cada diez paneles solares y baterías para coches eléctricos, y dos de cada tres turbinas de energía eólica. La apuesta del gigante asiático ha hecho que el país tenga un stock y busque mercados para invertir.
En este contexto, África presenta una oportunidad: el continente duplicará su demanda energética de aquí al año 2050 y la gran mayoría vendrá liderada por energías renovables. En el FOCAC, China ha llegado a acuerdos para desarrollar proyectos de energía renovable. En Nigeria, construirá una planta de montaje de triciclos eléctricos y un centro de formación en energías renovables; en Zambia, instalará paneles en tejados y ampliará dos plantas solares; y en Sudáfrica, celebrará un foro de energía renovable para potenciarla en un país que todavía depende del carbón y sufre apagones diarios.
A ello se suma el renovado interés por el litio, clave para las baterías eléctricas. Zimbabue es el quinto productor del mundo y tiene el 20% de las reservas mundiales. China ya tiene allí cuatro plantas procesadoras, la última abierta en agosto, y hay interés por parte de los chinos por invertir más en un sector al alza.
El esfuerzo de Pekín por desarrollar las energías renovables lo ha reconocido el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien ha dicho que los acuerdos anunciados entre China y África deben “liderar la revolución en energías renovables”.