Calificar de “depredadores” a aquellos sectores de la sociedad que, asumiendo su responsabilidad ecológica y cívica ejercen un acto solidario de apropiación social de las tecnologías renovables y de democratización de la energía, solo lo puede hacer una persona que ejerza como mercenario a sueldo de aquellas empresas que actúan irresponsablemente quemando y haciendo quemar combustibles fósiles, con el objetivo de enriquecerlas a costa de la salud de los ecosistemas y sociedades humanas. Yo le preguntaría al Sr. Nadal, si yo ya pago religiosamente los costes del sistema en la factura de la electricidad que compro, ¿por qué me hace pagar por el hecho de generar localmente energía en mi domicilio familiar, cuando la electricidad que genero y uso directamente, evita los costes asociados a la generación, transporte, distribución y comercialización de una electricidad, generada lejos, en centrales contaminantes y transportada (con sus consiguientes pérdidas) a larga distancia?.
La respuesta a esta última pregunta es muy simple: cada kWh generado localmente por las personas, es un kWh de menos que generan, transportan, distribuyen y comercializan los oligopolios eléctricos, con lo cual ven mermados sus suculentos beneficios, que en las últimas décadas han visto garantizados por las actuaciones de los gobiernos de turno, algunos miembros de los cuales se han visto ‘premiados’ con nombramientos en consejos de administración de los oligopolios.
Cada vez que abre la boca el Sr. Nadal (Alberto), nos recuerda al maestro de la propaganda nacional–socialista, Paul Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de la Alemania nazi, que dijo: “Repite mil veces una mentira y se convertirá en verdad”. Es lo que ha estado haciendo el Sr. Nadal con las tecnologías renovables desde que fue nombrado por el Consejo de Ministros, un buen día de los Santos Inocentes.