Las reacciones ante el cambio climático me recuerdan, de forma recurrente, un chiste que presenta a una pareja que acude al especialista para que diagnostique la extraña enfermedad del marido.
El doctor, luego de la sesión clínica, pide a la esposa que se quede un momento, y le comunica que su esposo tiene una depresión grave, y que la cooperación de la mujer es sustancial: “Debe cambiar su actitud frente a su esposo. Él está convencido de que no le quiere. Trátelo con máximo cariño, evítele disgustos y contratiempos. Obséquiele con lo que más le agrade, ofrézcale cariño, diversión, amor. Cumpla mis indicaciones, tome las pastillas que le receté y su esposo se curará. Si no lo hace, su esposo empeorará y es posible que fallezca en poco tiempo”.
De vuelta a casa en el coche, el paciente se interesa por saber lo que el médico había dicho a su pareja:” Lo siento, querido. Lo tuyo no tiene remedio y te vas a morir pronto”, fue la escueta respuesta.
Un ejemplo que puede servir de atención acerca de las tensiones venideras en cuanto al cumplimiento de los deseos de Paris, lo ofrece Alemania. A primeros de julio de 2016, en Berlín, el Gabinete ratificó el acuerdo de París, pero al mismo tiempo el Consejo Económico (Wirtschaftsausschuss) apoyó la enmienda de la Ley para Energías Renovables, en lo que se interpretó como una contradicción frontal.
La nueva Ley reduce el apoyo a la incorporación de las energías renovables a los sectores de transporte y edificación, eliminando la reducción del 40% para gases efecto invernadero que estaba prevista para 2030, y comprometiendo con ello la posibilidad de cumplimiento del acuerdo de París.
La situación ha generado profundo malestar en las organizaciones ambientalistas.