Según los datos de Bloomberg, China tiene capacidad paras sacar adelante unos 950 GWh al año. Cifra que supone igualar la capacidad del resto del mundo en su conjunto y que pone sobre la mesa la velocidad con la que se está moviendo el gigante asiático.
El principal problema es que la producción de baterías no para de crecer, muy por encima de la demanda, y este año las fábricas del mundo sacarán adelante unos 2.600 GWh. Casi tres veces más producción que demanda.
Esto está provocando que el kWh esté bajando de forma sostenida, empujado principalmente por factores como la reducción de los costes de las materias primas, como el litio. Como ejemplo, las proyecciones de la china CATL, que espera lograr este año un coste de 60 dólares el kWh.
Pero estamos ante la punta de iceberg, ya que, empujados por el crecimiento e influencia de China, el resto de países se lanzaron a la carrera por levantar sus propias instalaciones de producción de baterías. Tanto Europa, Estados Unidos y Canadá, se pusieron manos a la obra para contar con producción propia a corto y medio plazo.
Esto tendrá sus partes positivas, con unos costes más bajos que permitirán reducir los precios de los vehículos, pero también de los sistemas de almacenamiento estacionario. Un aspecto clave para la expansión de las intermitentes energías renovables.